Desde hace dos años la demanda de viviendas y espacios modulares como alternativas para la vivienda no ha parado de crecer (se estima que el crecimiento ha sido de al menos un 13%).
Según estos datos, la consolidación de la demanda viene producida por el menor coste respecto a la vivienda tradicional, un menor tiempo de espera en la construcción. Mayor control de calidad y mejor eficiencia energética que los habitáculos disponen.

El concepto de vivienda prefabricada nace en los mercados australianos y neozelandeses. Son los pioneros de un modelo en el que EE.UU, Canadá y Europa representan más del 80% del mercado mundial y en el que la tasa de crecimiento en los países asiáticos alcanza un 4,5%, debido al rápido desarrollo del mercado inmobiliario en esos países.
La sostenibilidad es un concepto muy importante y valorado por los que acuden a este mercado ya que la clasificación energética de las viviendas y espacios modulares es de tipo A, la más eficiente, y existe cierta afinidad ecológica hacia una identidad más verde en la que se optimiza cada recurso.

Sobre la visión del sector en nuestro país cada vez la gente se va quitando de la cabeza la idea de que una vivienda modular es algo temporal y de baja calidad. Actualmente las calidades de estas viviendas son de primera y su seguridad también. Existen protocolos de seguridad y de calidad que certifican la total viabilidad de estos proyectos con la misma rotundidad que una vivienda tradicional.
El proceso de fabricación de una vivienda modular se lleva a cabo bajo techo en un periodo no superior a los tres meses y se transporta al lugar donde previamente se ha acondicionado para instalar. Al reducirse los tiempos se reducen los costes y también se reducen los desperdicios de materiales y de energía en general.